LAS DE AHORA,
LAS DE SIEMPRE
Por Valeria Rodríguez
27 de mayo del 2020
El personal sanitario que más ausencia ha provocado en esta pandemia, el menos conocido y más necesitado es el técnico. Aquí una reivindicación y aplauso a su labor.
La noche cuando se decretó el Estado de Emergencia Nacional, María Finaflor cortaba y empaquetaba gasa en el área de hospitalización de su centro de trabajo. Eran las 8 de la noche y su turno había concluido, pero la llamada de su hermana menor, técnica sanitaria como ella, pidiéndole que la cubra una hora más con la jefa porque —el malcriado de tu sobrino aún no llega a casa y tengo que esperarlo—, la obligó a dejar las gasas, prender la tele y esperar junto con sus compañeros de turno, el pronunciamiento del presidente sobre el COVID-19 en el país.
— Nos miramos las caras y solo había miedo. El presidente decretó Estado de Emergencia por tres meses, ¿qué significaba eso? Yo no entendía nada hasta que luego dijeron toque de queda.
En sus 40 años de servicio como técnica sanitaria, María nunca ha dejado de trabajar. Ni por enfermedad, accidente o terrorismo. Tiene 61 años y, según el gobierno, es población de riesgo.
Solo una semana después de insistencias accedió a dejar sus labores y acatar el confinamiento obligatorio. Solo una semana después de terminar “ese bendito PROFAM”, dejó su mandil blanco en el ropero y su pantalón gris en el último cajón de su cómoda donde guarda lo que no usará hasta la siguiente temporada.
Como ella, otras siete técnicas sanitarias han sido enviadas a sus casas. Las que quedan sortean turnos y esperan, con ansias, refuerzos.

Técnicas sanitarias del C.S.M.I. "El Bosque". Foto: Cortesía de Soledad Finaflor.
— El gobierno contrató personal especial para atender el programa COVID, se les paga más y tienen el mejor equipo de protección, pero ¿qué hizo el directorio? Nos mandó a nosotras a trabajar el programa diciendo que los nuevos no tienen experiencia— sostiene Soledad, técnica sanitaria y hermana menor de María.
Soledad Finaflor tiene cincuenta años y es paciente asmática. Su última crisis la tuvo antes de salir embarazada de su primera hija; es decir, hace diecinueve años. Por el largo tiempo que pasó desde su última crisis registrada el gobierno no la reconoce como paciente de riesgo.
Hace tres semanas, en la entrega de turno clásica del medio día, Soledad, a quien todo el mundo conoce como "Chole", se quitó la mascarilla unos minutos para ponerse su gorro de protección mientras que su colega Berildes se quitó la suya para colocarse una nueva.
Poco menos de cinco minutos estuvieron ambas en una habitación de tres por tres metros contando medicinas y los últimos chismes de las puérperas que cuidan. Una llamada al día siguiente notificó a Chole que tenía que someterse a una prueba molecular para descartar el virus en su organismo, debido a que su compañera Berildes había salido positivo a la prueba serológica y pese a ello fue a trabajar.

Centro de Salud Materno Infantil "El Bosque". Captura de pantalla de Google Maps.
—Solo somos dos técnicas por cada turno. Una está en el área de hospitalización, vigilando puérperas, preparando material y atenta a emergencias; mientras que la otra se encarga del área de tópico y triaje. Los doctores y las obstetras no se hacen problema, se reparten pacientes y listo. Pero nosotras tenemos que atender a todos ellos, no nos damos abasto— reclama Eddy Rebaza, técnica del área de triaje y tópico.
El suelo promedio de una técnica de enfermería del Ministerio de Salud oscila entre los 1800 o 2500 soles (con suerte).

— Gracias a Dios, no salí positivo. Pero ya advertí que el centro de salud se hará responsable de lo que me suceda porque soy asmática. Ya son dos las compañeras que han salido positivo a COVID, estamos trabajando con la mitad del personal y acá atendemos partos y a puérperas, encima, no tenemos acceso a pruebas rápidas.
La crisis provocada por la ausencia de técnicas sanitarias ha obligado a enfermeras y a obstetras a aprender a hacer su trabajo: desde cómo esterilizar herramientas hasta el protocolo de tallar, pesar y llenar formularios.
A inicios del estado de emergencia, compañeras técnicas de salud de Soledad y María, reclamaron a la jefatura la contratación de más técnicos, tal como se había procedido para el caso de doctores y obstetras.
Soledad Finaflor. Cortesía.
Desde hace unos años se les ha condicionado un pago extra por la presentación mensual de los resultados obtenidos en el Programa de Educación Continua en Salud Familiar, Ambulatoria y Comunitaria (PROFAM).
Todo el personal de salud puede acceder a ese pago extra por hacer la misma actividad: entrevistar pacientes en las zonas que intervienen, promover la salud comunitaria y llenar un formato en Excel que envían a la Red de Salud que pertenecen.
— A veces siento que somos las sirvientas del sector salud, hacemos el doble de trabajo que los “profesionales” pero al final, nadie nos considera. En mi centro de salud, rotamos una mica acrílica de protección. Si queremos protegernos, tenemos que comprar nosotros, el establecimiento nos da “lo que puede”—, dice Soledad.
Para un profesional técnico con un sueldo mensual, en esta pandemia, no mayor a 1 800 soles, gastar semanalmente en una mascarilla KN95 de 20 soles (la única disponible como venta a falta de la N95) es un lujo.
Soledad seguirá trabajando. Después de más de dos meses, Esther descolgará su mandil blanco y planchará su pantalón gris. Hoy por la mañana su hermana le notificó un comunicado de la Red Trujillo en el que se especifica que solo los mayores de 65 años podrán gozar de licencia. Además, le compartió una declaración jurada de beneficiarios de MAPFRE (empresa aseguradora), en la que le solicitan a todo personal de salud detallar quiénes serían los receptores del seguro que el estado les otorga en caso de fallecer durante la emergencia por COVID-19.